Y como lo prometido es deuda, comparto hasta dónde van mis hallazgos de estudio respecto a mis temas de interés, cuyos concretos tuvieron algunos reenfoques a partir del diálogo con los compañeros del CAR.
Mi pregunta inicial era “¿Cómo ayudar a los participantes [de los procesos formativos en los que colaboro] a engancharse en procesos de aprendizaje más enredados?” misma que a partir del diálogo con el Car finalmente se transformó a “¿Cómo diseñar una propuesta o proceso que permita a los participantes identificar qué les conecta o engancha al momento de aprender (en red)?” y dejo entre paréntesis el “en red” ya que la mayoría de autores que consulté hablan en general del aprendizaje, y quizá hará falta una siguiente vuelta con más especificidades relativas a la red.
Para abordar esta pregunta, elegí una serie de términos a indagar como emociones, curiosidad, asombro, atención, metacognición y brecha cognitiva. Mi interés era comprender a grandes rasgos la influencia de estos elementos en el aprendizaje de las personas. A continuación les comparto lo que encontré en esta exploración.
Las emociones, el motor primero
Quizá el hallazgo más importante que tuve en esta exploración es respecto de las emociones y su papel tan importante para el aprendizaje.
La palabra emoción viene del latín emotio – onis que significa el impulso que introduce a la acción (Rodríguez, 2016), es decir, el origen de esta palabra nos indica movimiento, interacción con el mundo. Para Francisco Mora (2013) las emociones son como una puerta que abre el conocimiento, es una energía codificada en la actividad de los circuitos cerebrales que nos mantiene vivos, y sin la cual estaríamos apagados, deprimidos.
Podría decirse entonces que el ser humano aprende en movimiento, experimentando, aprende con todo el cuerpo y a través de todos los sentidos. Resulta primordial promoverlo dentro de los procesos educativos de cualquier índole: las personas aprendemos haciendo.
Las emociones encienden, mantienen y cargan de afecto la percepción, la curiosidad, dirigen la atención, el deseo de exploración del mundo que nos rodea, de las cosas nuevas:
“Son la base más importante sobre la que se sustentan todos los procesos de aprendizaje y memoria. Hoy se sabe que el binomio emoción-cognición (procesos mentales) es un binomio indisoluble…Los conceptos que crea el cerebro (abstractos) siempre van impregnados de emoción, nada se puede llegar a conocer más que aquello que se ama, que nos dice algo.” (Mora, 2013)
El placer y la fruición (pasión) se convierten en elementos primordiales para el aprendizaje, nos disponen a escuchar, a observar, abren nuestros sentidos a las experiencias, dinamizan el conocimiento. Al respecto Flores (2010) comparte:
“Cuando asumimos la vida con placer y hacemos del aprendizaje una experiencia gozosa, lo que parece imposible nos desafía con la sutileza de la perplejidad, de las posibilidades que ofrece lo desconocido.
Se aprende con placer y se aprende con pasión. Placer y pasión son consustanciales a la vida, la pasión desborda los límites, ilumina imposibles, genera fuerza y energía para hacer realidad los sueños. El placer de aprender induce a entregarse a la creatividad con cada aliento, con la dulzura que da saberse viva o vivo, con la pasión que reclama cada día, porque el placer incita a recrearse en la experiencia universal de existir…. Aprender es celebrar la vida… Aprender es vivir, vivir es aprender, la vida es la esencia misma de la complejidad, es placer. Entonces, trazar rumbos que incorporen el placer de aprender en la acción educativa, contribuye en la construcción de una nueva etapa en la evolución social, en el tejido del paradigma emergente.”
¿Cómo crear espacios y experiencias que permitan florecer las emociones de quien aprende? ¿Cómo ayudarlos a ir descubriendo aquello que les genera placer y pasión en el proceso? Hay algunas pistas en lo antes expuesto, el reto sigue vigente.
Curiosidad y asombro, el placer de aprender
La curiosidad es una capacidad humana que permite reconocer en un entorno lo que es distinto, lo que sobresale. Es un deseo que nos lleva a conocer cosas nuevas. Cuando sucede algo fuera de lo esperado, nuestro cerebro responde poniendo atención a ello. La curiosidad y la atención por tanto están íntimamente ligadas.
Mora (2013) desde las neurociencias afirma que “nadie puede aprender nada, menos de forma abstracta, a menos que le motive, le diga algo, que posea un significado que encienda su curiosidad”. También comparte que hay dos tipos de curiosidad: la que surge cuando algo sobresale del entorno (perceptual diversificada) y la que se satisface a través del aprendizaje o búsqueda del conocimiento (epistémico-específica). Esta segunda tiene como base cerebral el placer, y comparte los mismos circuitos neuronales que los placeres biológicos.
Para mi pregunta de exploración este segundo tipo de curiosidad puede dar pistas sobre cómo ayudar a los participantes de los procesos formativos en los que colaboro a engancharse con el proceso de aprendizaje.
Por otra parte, el juego que es una combinación de placer y curiosidad se convierte en un arma muy potente para el aprendizaje. Ligado con lo dicho anteriormente sobre las emociones y la acción, el juego pone al sujeto en situación de actuar, de moverse… constituye una situación propicia para aprender.
En palabras de Palma (s/a) “El juego permite disfrutar y explorar nuevas rutas de conocimiento, provee formas para explorar la realidad y estrategias diferentes para vivir en ella, es voluntario e implica participación activa, favorece el descubrir, imaginar, pensar en alternativas.“ Dado lo anterior ¡vamos apostándole más al juego!
La exploración también puede ser una herramienta poderosa para incentivar la curiosidad de las personas, ya que es una necesidad innata del ser humano, quien gusta de probar activamente, observar, establecer pequeñas (o grandes hipótesis) sobre el mundo que le rodea, someterla a experimentación y llegar a una conclusión (Medina, 2011).
Ahora bien, dando un paso más en la indagación me encontré con el tema del asombro. L´ecuyer (2014) afirma que el asombro puede tener un alcance mayor que el de la curiosidad ya representa un deseo por conocer no solo lo conocido, sino lo desconocido también. Es caer en la cuenta de que una cosa “es” cuando podría “no ser”, consiste en nunca dar nada por supuesto, esto convierte la vida en algo genuinamente personal. En el ámbito educativo esto se traduce en un entorno que respeta el ritmo de cada persona, y que va más allá de la explicación racional y mecánica de las cosas, que deja espacio al misterio, al silencio y la contemplación.
Atención y memoria, importancia de los sentidos.
Para este apartado revisé al autor John Medina (2011) quien comparte hallazgos de las neurociencias respecto de cómo funciona la atención y la memoria en los seres humanos.
Referente a la atención, Medina comparte que las personas en general no prestamos atención a las cosas aburridas. La atención es un proceso necesario para el aprendizaje, ya que nos permite fijar detalles y codificar la información. Algo interesante es que con frecuencia, lo que te llama la atención se encuentra profundamente influido por los recuerdos, es decir, se relaciona con la memoria. Así mismo, los sucesos que despiertan nuestras emociones tienden a recordarse mejor y mucho más tiempo que los que son neutros.
Sobre la memoria, el autor refiere que el cerebro humano aprende por repetición, incluso los ciclos de sueño nos ayudan a fijar la información ya que mientras dormimos, las neuronas repasan una y otra vez los caminos y conexiones creados a partir de lo que acabamos de aprender. El contexto donde aprendemos algo por primera vez (lugar, hora, iluminación, personas con las que estábamos, olores, etc.) también tiene una gran influencia. En tanto podamos recordar o recrear dicho contexto, vendrán a nuestra mente muchos más detalles de lo aprendido.
Se ha encontrado también que las repeticiones espaciadas en el tiempo tienen un mayor efecto para fijar la información que las repeticiones concentradas. Esto quiere decir, si tú recuerdas o repites 3 días después algo que aprendiste, luego de nuevo a la semana, a las dos semanas, es más probable que se quede fijo en tu memoria, a diferencia de repetirlo muchas veces por un único lapso.
Se ha comprobado por algunos estudios que aprendemos mejor si utilizamos varios sentidos a la vez. Por ejemplo, si compartes una presentación a tus estudiantes, es mucho más probable que recuerden detalles y datos específicos si utilizas simultáneamente (en lugar de sucesivamente) palabras e imágenes que guardan relación. Así mismo, aprenden mejor si las imágenes y palabras también se encuentran cerca una de la otra (espacialmente). Finalmente, aprenden mejor de una animación con narración, que de una animación con texto solamente. Cuantos más sentidos involucremos al mismo tiempo, aprendemos más y mejor.
Finalmente aunque el olfato ha resultado ser un sentido con altísimo potencial para recuperar memorias específicas, la vista sigue siendo nuestro sentido dominante al ocupar casi la mitad de nuestros recursos cerebrales. Aprendemos y recordamos mejor por medio de imágenes que de palabras escritas y habladas.